Opinión. I.

La sociedad enferma.

Cómo alguien muy sabio dijo: "No es saludable estar adaptado a una sociedad mentalmente enferma".

Respecto al trágico suceso ocurrido en Ripollet, dónde dos menores de edad, más exactamente dos niños de 14 años, asesinan brutalmente y con saña, a una niña de la misma edad y conocida al menos por uno de ellos. Lo que más me sorprende es el trato de los medios y de los expertos cada vez que sucede un suceso de este tipo. Éste último nefasto acto de violencia y barbarie entre jóvenes, no ha sido el único acto de violencia gratuita entre jóvenes menores de edad en los últimos tiempos en nuestro país. Y a cada acto de violencia y barbarie entre nuestros pobres desamparados jovencitos de hoy en día, se hacen la misma pregunta. ¿Qué les está sucediendo a los jóvenes? Cuando la pregunta es ¿cómo estamos tan enfermos socialmente, moralmente y espiritualmente los adultos? También rápidamente intentan calificar a que tipo de agresión pertenece, que sí juvenil, que si de género o machista y así un largo etc. Y la agresión, la violencia juvenil no puede ser calificada o catalogada, simplemente son los síntomas de una sociedad mentalmente enferma.
Pues bien los verdaderos culpables de todos éstos casos de violencia gratuita y demente que se repiten con bastante regularidad, somos todos nosotros, padres, hermanos, primos, maestros y por último toda la sociedad demente y violenta sin límites en la que vivimos y permitimos que crezcan los que son nuestra única esperanza como especie, los jóvenes del ahora. Los jóvenes solo repiten lo que ven, y vivimos en un mundo de glorificación de la guerra, la barbarie, el saqueo y la violencia sin límites, que como máxima expresión de los últimos tiempos son: terrorismo nihilista, guerras de ocupación y saqueo televisadas, racismo disfrazado de civismo, asesinos en los puestos de mando,y por último los banqueros modernos, usureros y corruptos, vampiros de la época, amos de todos nosotros.

En fin, los jóvenes que tenemos hoy, son un reflejo y un espejo de la sociedad en la que vivimos. Y la cosa sólo puede que empeorar, y en todos los sentidos, socialmente, económicamente, culturalmente, militarmente, psicológicamente y espiritualmente, si no se aplican cambios y reformas radicales empezando por la base. Es decir, primero cada uno de nosotros, y después los otros cambios, los grandes vendrán por sí solos.